- Valor social del empleo:
El trabajo es un derecho universal. Todas las personas tenemos derecho a un trabajo. El ejercicio de este derecho nos da la oportunidad de formar parte de la sociedad en la que vivimos y de participar en los procesos económicos, sociales, políticos y culturales contribuyendo, con nuestro trabajo, al desarrollo de toda la colectividad. Por ello, en la medida en que una persona en situación de dificultad social logre acceder al mercado de trabajo, se estará favoreciendo, no solo la universalidad de este derecho, sino la mejora de su autonomía personal, sus condiciones de vida y su integración social.
Sin embargo, a pesar de la importancia social que tiene el empleo, todavía estamos lejos de alcanzar el objetivo de un mercado de trabajo abierto a todas las personas. Nuestro modelo de sociedad genera y mantiene desigualdades que colocan a un importante número de personas en una situación de desventaja y de discriminación ante el empleo.Esto conlleva, a su vez, un mayor riesgo de exclusión social.
No tener un empleo, según nuestra sociedad y patrones culturales, supone algo más que carecer de ingresos, ya que existen una serie de estereotipos y prejuicios alrededor de la idea de que quien no trabaja o no produce es una persona que no aporta o no vale. De esta manera, las personas que carecen de empleo sufren una falta de reconocimiento social que redunda en un bajo nivel de autoestima.
Esta situación afecta también a un gran número de mujeres que desarrollan su trabajo en el ámbito privado y reproductivo sin percibir ninguna prestación económica, lo que conlleva a su vez la falta de reconocimiento y valoración social.
Por otra parte, el trabajo contiene también un importante factor socializador, ya que es el origen de innumerables redes y contactos sociales. En los diferentes ámbitos laborales, los trabajadores y trabajadoras interactúan entre sí, potenciándose las relaciones sociales que todo ser humano necesita establecer y mantener a lo largo de su vida.
Por último, no hay que olvidar que en nuestro país, la incorporación al mercado de trabajo conlleva también el acceso a un sistema de protección social que ofrece una cobertura y garantiza determinadas prestaciones.
- Valor personal del empleo:
Las personas nos definimos por cómo nos vemos a nosotras mismas, por cómo nos ven las demás personas y por aquello que hacemos. Por este motivo, la definición de nuestra identidad se basa en gran medida en el trabajo que desarrollamos.
El desempleo, el trabajo en condiciones precarias, el desempeño de funciones de inferior categoría a la que corresponde a nuestra cualificación, empeora nuestro autoconcepto y nos crea inseguridad e insatisfacción.
Sin embargo, cuando sentimos que se reconocen nuestras capacidades y que recibimos un trato y una retribución justa por el trabajo que realizamos aumenta nuestra autoestima, es decir, nuestra percepción de que somos personas útiles y válidas.
De esta forma, la persona desempleada o en situación de precariedad, se encuentra no solo más aislada, sino también con una percepción negativa de sí misma, lo que empeora su posicionamiento ante el mercado de trabajo y, en consecuencia, incrementa su vulnerabilidad social.
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