El concepto del trabajo puede ser abordado desde diversos enfoques. Su definición básica indica que es la medida del esfuerzo hecho por los seres humanos.
Según la primera acepción del diccionario de la Real Academia Española “trabajar” es ocuparse en cualquier actividad física o intelectual, mientras que “emplear” es “ocupar a alguien encargándole un negocio, comisión o puesto”. En nuestra lengua, ambos términos se utilizan en muchas ocasiones como sinónimos, considerando a quien no tiene un empleo como una persona que “no trabaja”.
Sin embargo, el término “trabajo” abarca diversas formas de esfuerzo que no siempre se ven recompensadas con una retribución económica ni van acompañadas de la existencia de una persona o empresa que actúa como “empleadora”. De esta manera no es lo mismo “trabajar” que “tener un empleo”. De hecho, la propia búsqueda de empleo constituye en sí misma un trabajo para las personas que inician el proceso de una manera organizada y persistente. Por ello, muchas veces se habla del “trabajo de buscar trabajo”.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el trabajo se desarrolla tanto en el espacio público como en el espacio doméstico. Y aunque los trabajos desarrollados en ambos lugares son imprescindibles, unos han sido adjudicados tradicionalmente a los hombres (trabajo productivo) y otros a las mujeres (trabajo reproductivo y doméstico), otorgándoles, además, diferente valor, puesto que tanto el trabajo reproductivo como el doméstico ha sido habitualmente realizado por mujeres sin recibir ninguna prestación económica a cambio, lo que conlleva una falta de reconocimiento y valoración social de estetrabajo que ni siquiera se recoge en las estadísticas referentes al Producto Interior Bruto (P.I.B.). Es decir, no se considera que haya de incluirse como trabajo que contribuye al crecimiento y desarrollo de un país. A este tradicional reparto de funciones se le denomina división sexual del trabajo.
Aunque actualmente las mujeres se han incorporado masivamente al mercado laboral, los hombres no lo han hecho en igual medida a las responsabilidades domésticas. En España, las mujeres dedican cuatro veces más tiempo al trabajo doméstico que los hombres. Además, no existe un reparto equitativo de tareas y las mujeres suelen encargarse de las más laboriosas y de las que suelen hacerse a diario. Todo ello implica que tanto el acceso como el mantenimiento y la promoción en el empleo sea más difícil para las mujeres que para los hombres. No obstante, hay que tener en cuenta que cuánto más jóvenes son los miembros de la pareja y mayor nivel educativo tienen, el reparto tiende a ser más equitativo.
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