La percepción de control sobre la propia vida se relaciona con la independencia personal, la felicidad y la salud. La percepción o expectativa de control sería la creencia de una persona sobre si lo que le sucede depende más de factores internos (voluntad, esfuerzo y acciones propias) o si, por el contrario, depende de factores externos (la suerte, el destino o de intervenciones de terceras personas o “fuerzas” y voluntades divinas).
A la luz de diferentes autores y autoras, parece que esta percepción sería aprendida y variaría según los contextos (laboral, familiar, formativo...), situaciones y momentos de la vida, existiendo también personalidades que se situarían, en un continuo imaginario, más tendientes a una orientación de control interno y otras, con mayor tendencia a una orientación de control externo.
Las personas con orientación de control interno tenderán a ser más activas y controlarán con mayor facilidad las situaciones de estrés, al relacionar acciones y sus resultados, por ello, parece que esta orientación sería más favorable en los procesos de búsqueda de empleo, teniendo mayor éxito en el logro de los objetivos, u otros procesos que impliquen situaciones en las que hay que poner en práctica competencias y/o existen estresores significativos.
Una creencia firme de que el control está en factores externos, en contraste, puede conllevar sensaciones de desesperanza, indefensión, mayor vulnerabilidad ante el estrés y, en consecuencia, a la inactividad, pues no se vería sentido a hacer más o menos, a aplicar esfuerzo, ya que éste no tendría resultados.
La percepción de control se relaciona también con la forma en que se atribuyen causas a los acontecimientos y el afrontamiento de éxitos y fracasos.
Por la diferente socialización en función del sexo, encontramos que muchas mujeres pueden presentar una tendencia a atribuir los éxitos a factores externos y a responsabilizarse - y culpabilizarse - de los fracasos, pudiendo haber diferencias notables también entre el ámbito familiar y el laboral, por ejemplo. Los hombres, en contraste, suelen ser educados con mayor frecuencia a atribuir a factores internos tanto éxitos como fracasos, así, como en una orientación de control interno.
Por otro lado, se detectan diferencias culturales, dependiendo de factores como: sistema de valores más individualistas o más colectivistas, arraigo mayor o menor de creencias religiosas, valor social del perfeccionismo, nivel formativo, etc.
Es esencial, que a la hora de buscar las causas a un hecho (proceso que se hace, con frecuencia, inconscientemente) se fomente que se valoren los propios límites de forma realista y todos los factores que intervienen en un determinado hecho, para una solución operativa y productiva de problemas sin coste de autoestima y sin creencias que bloqueen la acción. En cuanto a la expectativa de control, lo más adecuado parece ser desarrollar una orientación interna, sin sobrepasar los límites de la realidad.
Cuando se atribuyen los éxitos y fracasos a factores o fuerzas externas, no se revisan errores y no se reorganiza la acción. Cuando se atribuyen a factores internos controlables, como el esfuerzo, los éxitos animan a nuevos retos y, ante los fracasos, se revisan y se intentan corregir errores. Pero, si los fracasos se atribuyen a factores internos como la competencia (“he fracasado porque no valgo”) será más probable que la persona se bloquee y se culpabilice de manera destructiva.
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