FUENTE: EL PAÍS OPINIÓN (04/12/2013)
Noviembre muestra una tendencia positiva que debe respaldarse con políticas activas de empleo
Aunque la economía española sigue destruyendo empleo, el dato de noviembre ofrece algunas paradojas. La lista de parados registrados adelgazó en 2.475 empleados, con lo que la cifra muestra una tendencia buena: es el primer descenso del paro en noviembre, un mes malo por razones estacionales, desde 1989. La paradoja es que, aunque este dato sea a todas luces positivo, se sigue destruyendo empleo.
De modo que las cifras inducen a una expectativa de mejora real. Pero conviene no confundirla con una tendencia inequívocamente optimista. Entre otras razones —y es una paradoja más a añadir— porque la generación virtual de empleo registrada se contrarresta por una fuerte destrucción de empleo a lo largo del año, que se hace invisible porque cae la población activa. Los que buscan trabajo se desaniman y desapuntan; muchos jóvenes retornan a las aulas y bastantes inmigrantes vuelven a casa. La potencia laboral española se ha reducido hasta 16 millones de trabajadores, al nivel de finales del siglo pasado.
Otra paradoja más procede de la composición del empleo nuevo. Crecen exponencialmente los contratos temporales y parciales en relación a los fijos, que solo suponen un 7,5% de los firmados. Es lo contrario de lo que defendían los autores de la reforma laboral al presentarla como fórmula contra un mercado de trabajo dual, dividido entre contratos fijos (cada vez menos) y temporales (cada vez más). España parece ir ineluctablemente hacia la disminución clara de los contratos indefinidos.
Si la coyuntura laboral registra ecos de los primeros síntomas de crecimiento económico (aún débil), el Gobierno debería basarse en ellos para multiplicarlos. Y evitar la mezcla de espíritu contable (el angustioso rastreo de una décima positiva) y de tentación propagandística. Así no habrá declaraciones apresuradas sobre la destrucción de empleo, como las recientes del presidente Rajoy, que pueden humillar, aun sin pretenderlo, a tantos.
Lo que hace falta es más acción política para dar prioridad a la economía productiva y a una política industrial como propugna la UE; desplegar políticas activas de empleo, entre ellas el impulso a los servicios y agencias de colocación, tanto públicos como privados; y acelerar la aplicación del plan de empleo juvenil. O sea, más hechos, porque palabras ya hay suficientes.
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